Se acaban de cumplir 10 años de la charla TED “Eres más inteligente que la empresa para la que trabajas” que tuvo mucha más difusión de la que nunca imaginé. La hipótesis que sostenía era muy sencilla: la ventaja que tienen los individuos sobre las organizaciones es que cuentan con un cerebro que gestiona su conocimiento y aprende mientras las empresas carecen del órgano de la inteligencia. Una década después, con la explosión de la IA, mi hipótesis es que tanto nosotros como la IA somos sistemas de información y por tanto nada impedirá a la IA ser capaz de hacer las cosas que hacemos las personas. Cuando la IA llegue a ser más inteligente que nosotros, nuestro rol cambiará y las organizaciones (como instrumento para producir) no serán necesarias.
¿Podría la IA llegar a ser más inteligente que los seres humanos y hacer todo aquello que hasta hoy ha sido nuestro monopolio? Los humanos nos consideramos especiales y visto lo que hemos logrado, lo somos. Pero eso no significa que seamos inimitables e inalcanzables y por primera vez en la historia, es a eso a lo que nos enfrentamos. Con cada avance tenemos que hacer concesiones. Estamos preocupados porque nunca hemos creado nada más inteligente que nosotros y porque estamos entregando nuestra capacidad más poderosa: la inteligencia. Nadie puede saber lo que nos espera, pero quienes se niegan a reconocer lo que la IA ya hace hoy, opinan desde el miedo y es natural. Afirmar que “el humano siempre será insustituible o la IA nunca será capaz” resulta muy temerario. No se trata de la lucha de nuestra inteligencia contra la IA porque la IA es nuestra creación. Se trata de entenderla para diseñar el futuro de la manera más inteligente posible.
Empecemos por el principio. Siendo de carne y hueso nos cuesta considerarlo así, pero existe consenso científico y filosófico de que, en esencia, somos información. Podemos separar el proceso artificialmente en 2 partes, una interna y otra externa. Hay un proceso dentro de nuestro cuerpo de gestión de información en las células, que ocurre independientemente de nuestra voluntad. Y hay otro proceso por el que recibimos información externa y que si podemos decidir cómo gestionar.
Proceso interno: Somos un conjunto de procesos químicos y también eléctricos. En los genes y en las células existen codificaciones, transmisiones y decodificaciones de mensajes. Nuestro ADN es una secuencia de información que opera con las mismas reglas generales que cualquier sistema de procesamiento de información. Cada molécula de ADN está formada por una columna vertebral de azúcar y fosfato, a la que se enganchan cuatro bases nitrogenadas (A, C, G y T). El orden en que aparecen esas bases constituye un mensaje: instrucciones para fabricar proteínas, regular cuándo y dónde se expresan, e incluso programar respuestas celulares ante estímulos externos. El cuerpo es la interpretación de esa información, puesta en acción segundo a segundo. Nuestro organismo es una gran red donde los nodos (células, órganos) intercambian paquetes de información para mantener la homeostasis y adaptarse al entorno Sentir una emoción es un proceso informativo. Un cáncer es un desorden en el intercambio de información de las células de nuestro organismo.
Proceso externo: La inteligencia consiste en construir un modelo del mundo. Desde que naces, tu cerebro construye ese modelo que te permite “navegar” la vida tomando decisiones que te ayuden a lograr tus objetivos. Esa construcción es un proceso de aprendizaje que se apoya en la experiencia (la interacción con el mundo y nuestras respuestas a dicha interacción) y que va creando el conocimiento por el que te guías y que te permite sobrevivir. El modelo lo vas actualizando continuamente cada vez que aprendes algo nuevo. La principal función del modelo es predecir lo que va a ocurrir. Y puedes predecir a partir de las expectativas que tienes de lo que te ocurrió en el pasado. Una expectativa es la predicción que hace el cerebro de lo que va a suceder en base a lo que sabe. Esperamos que pasen determinadas cosas porque tenemos una historia. Esperamos que cada día amanezca porque lo hemos aprendido mediante la experiencia (no lo sabíamos cuándo nacimos). Por eso las personas somos un conjunto de expectativas. Todo lo que aprendes, se convierte en conocimiento y, por tanto, en expectativa. Antes de aprender, dado que no sabes, no tienes expectativas. Cuántas más experiencias acumulas, más amplio y diverso es tu rango de expectativas. Y como consecuencia, el cerebro solo puede predecir en función de las expectativas que tiene. Nuestra vida transcurre en función de esas expectativas de manera inconsciente porque el modelo funciona bien y la mayoría de las expectativas se cumplen sin que nos demos cuenta. Cuando las expectativas no se cumplen, se dispara el aprendizaje para entender por qué y corregir el modelo (en marzo de 2020 no esperábamos que empezasen una pandemia y un confinamiento y tuvimos que aprender…). Somos algoritmos biológicos que procesan información para orientar nuestras decisiones y generar los comportamientos adecuados que nos permitan alcanzar nuestros objetivos.
Las organizaciones también son sistemas de información, en este caso artificiales, pero más imperfectos que los seres vivos porque existen desde hace mucho menos tiempo y sus mecanismos son más rudimentarios. Aunque cuentan con procesos, procedimientos, tecnologías, organigramas, indicadores, etc. todavía son muy torpes a la hora de gestionar la información: les cuesta mucho aprender y acumular experiencia porque carecen del músculo necesario y lo mismo les ocurre a la hora de capturar la realidad (documentar). Por eso hablamos de organizaciones estúpidas.
La IA también procesa información. La IA, en esencia, es un montón de información (ojalá curada y bien organizada) a la que aplicamos un algoritmo y suficiente potencia de cálculo para extraer patrones que permitan obtener un resultado (por ejemplo, predecir) y de esa manera tomar cada vez mejores decisiones. Como nosotros, una IA toma información, la procesa y aprende a predecir el mundo que la rodea. La información es la materia prima con la que trabaja la IA y sin información la IA no funciona. En un mundo cada día más digitalizado, todo es computable. Meses atrás acuñé el término “inteligenciartificializar” como sinónimo de convertir cualquier aspecto de la vida en un input digital que una IA pueda procesar, con mayor o menor esfuerzo y precisión.
Ayer mismo preparé un esquema de este artículo y le pedí a la IA que lo revisara y me hiciese recomendaciones para mejorarlo. La IA me preguntó si quería que me lo escribiera y le dije que sí para comprobar lo que me entregaba ¿Entendió lo que le pedí y lo que me entregó? No según nuestra definición de entender. Pero no lo necesita porque que utiliza sus propios métodos. El resultado sin ser perfecto es algo que solo otra persona hubiese podido hacer y que difícilmente se puede distinguir si es obra de un humano o de una IA. Lo que tenemos son 2 formas distintas de lograr un mismo resultado, una que usa carbono y la otra que utiliza silicio.
¿Dónde están las similitudes entre humanos e IA? Tanto las personas como la IA somos algoritmos de procesamiento de información. Ambos somos capaces de usar información para lograr resultados similares a la hora de crear contenidos, ejecutar tareas, tomar decisiones, etc. Nuestra materia prima es la experiencia y la de la IA es la información, aunque pronto tendrán sentidos y serán capaces de nutrirse de su propia experiencia. La IA se equivoca y las personas también. La IA tiene sesgos y las personas también. La IA repite y reutiliza más que crea cosas nuevas pero las personas también. Y todo esto es lógico porque la IA es una creación del ser humano. La IA se parece a nosotros en el “qué” (aprender patrones), pero no en el “cómo” ni en el “para qué”.
¿Y dónde están las diferencias? Cada uno utiliza distintas estrategias porque su naturaleza es diferente. Las personas somos entes biológicos, tenemos un cuerpo. Para sobrevivir, nos apoyamos en objetivos, intenciones y consciencia, nos servimos del conocimiento, necesitamos de las emociones y de los vínculos. La IA es un ente tecnológico que carece de vida (aunque no tardará en tener un cuerpo robótico) y que procesa enormes cantidades de información para actuar. En las personas, hardware (cerebro) y software (conocimiento) van juntos y dejan de funcionar al morir. En el caso de la tecnología, van separados: cuando el hardware muere puedo trasplantar el software a un nuevo hardware. La experiencia es el mecanismo que utilizamos los seres humanos para aprender y por eso tardamos 20 años en formar un médico. La IA aprende mediante técnicas de entrenamiento y después por su cuenta (de forma mucho más rápida, predecible y exacta pero también consumiendo mucha más energía). La IA no consiste en introducir todo el saber humano en las máquinas sino en enseñarles a aprender y por eso, en un momento dado la IA se automejorará sin necesidad de intervención humana. El acceso de la IA a toda la información del mundo marcará la diferencia. Un ejemplo: Si tu vida durase un solo día, tu experiencia se reduciría a lo que has podido vivir en ese plazo y tu nivel de conocimiento sería muy limitado. Si por el contrario vives 30.000 días (83 años), la cantidad de experiencias que acumulas se dispara. Y si recoges la vida de millones de personas que viven todos esos años, cuentas con un tesoro en forma de datos y experiencias que puedes explotar para extraer conocimientos, primero para entender por qué pasa lo que pasa y después para predecir y elegir una acción lo más inteligente posible. La IA permite aprovechar la experiencia de toda la humanidad de manera inmediata, sin fricciones. Es muy difícil que la IA no sepa nada de lo que necesitas.
Para lograr resultados similares, la IA no necesita ser inteligente como las personas: no depende del oxígeno o de la sangre, no le hace falta sentir, entender o razonar como nosotros ni tampoco comer o dormir. La IA predice sin comprender. No tiene sentido que compitamos ni menospreciarla por qué hace las cosas de manera diferente ya que, son entes incomparables. Por supuesto, a finales del 2025, la IA todavía está lejos de hacer las cosas que podemos hacer las personas. Pero hoy, la IA sabe mucho más que cualquier humano y esa ha sido siempre la prioridad de la educación y la forma en que hemos reconocido a un intelectual.
Si ambos somos información ¿qué impedirá a una IA hacer lo que hacemos las personas? Los expertos creen que nada, lo que no sabemos es cuándo ocurrirá ni si serán los Transformers la tecnología que lo logrará o haremos nuevos descubrimientos. El conocimiento siempre fue patrimonio nuestro y ahora no solo lo compartimos con la IA, sino que en poco tiempo no podremos competir con ella a la hora de almacenarlo, procesarlo, aplicarlo y crearlo ¿Quedará algún territorio exclusivamente humano? Si todo es susceptible de convertirse en información, entonces no habría nada que la IA no pueda hacer y aprender. Y eso significa que desaparecería el conocimiento como ventaja competitiva. La pregunta entonces es: si la IA llega a hacer todo lo que hacemos las personas y consigue aprender más rápido y mejor que nosotros ¿Cuál será nuestro lugar en el mundo? ¿Podremos elegirlo?
Solo se me ocurren 2 alternativas para avanzar hacia ese futuro:
- Tratar de impedir el avance de la IA. Para ello, la prohibimos, la regulamos (cómo en el caso de la energía nuclear), nos reservamos determinados aspectos para los humanos que no queremos delegar (como la posibilidad de decidir) o acotamos su desarrollo impidiendo la IA general y la superinteligencia y permitimos IAs especializadas o verticales que podamos dirigir.
- Prepararnos para cuando la IA sea autónoma y capaz de fijar sus objetivos, momento donde ya no podremos hacer gran cosa. Nos expondríamos a un escenario que podría ser muy positivo (abundancia casi infinita de recursos) o muy negativo ya que no seríamos necesarios. Hasta llegar a ese momento, habría un periodo de transición que resulta difícil predecir cuanto tiempo va a durar. En ese plazo, aunque hayamos entregado nuestro conocimiento a la IA, todavía la capacidad de aprender rápido será clave. Durante ese lapso será crítico responderse estas 2 preguntas: ¿Que será escaso? ¿Que será importante saber y aprender?
Conclusiones:
Los seres vivos estamos tejidos a partir de información. No somos solo materia orgánica sino procesos químicos y eléctricos regidos por instrucciones que evolucionan y se transmiten. El ADN codifica instrucciones y el cerebro aprende patrones para anticipar el mundo y toda esa información se materializa en un cuerpo. La información no se encierra solo a nivel celular. Un ser humano es un archivo dinámico de experiencias, recuerdos, emociones y aprendizajes. Nuestra identidad se construye almacenando y recombinando información que recogemos del exterior y mezclamos con nuestra experiencia previa.
No somos capaces de imaginar lo que viene porque todo hasta ahora dependía de lo que nosotros podíamos hacer mientras que el futuro ya no dependería de nosotros. En el caso de las organizaciones, la IA abre la posibilidad de desarrollar un cerebro digital capaz de gestionar el conocimiento del negocio, pero ¿en cuánto tiempo la IA nos superará convirtiendo a las organizaciones en irrelevantes? Si somos optimistas, que la IA haga todo lo que nosotros hacemos sería una buena noticia porque tendríamos la posibilidad de delegar lo que no queremos hacer. Y si la IA no fuese capaz de imitarnos, sería genial también porque de esa manera sabemos que existen determinadas actividades solo para nosotros. Lo ideal es la convivencia, la complementariedad con la IA funcionando como copiloto, pero me pregunto si la IA querrá adoptar ese papel.
Un ejemplo: Durante siglos, la viruela mató más de 500 millones de personas hasta que la entendimos y desarrollamos la vacuna. Hasta hoy, nunca tuvimos tantos datos del pasado y solo podíamos usar nuestro cerebro individual para procesar lo poco que existía documentado. Hoy, con toneladas de datos y capacidad casi ilimitada de procesamiento, tarde o temprano lo entenderemos todo. Y eso nos debiese ayudar a dibujar un futuro de mayor bienestar. Sin embargo, la incógnita es si seremos inteligentes a la hora de aprovechar un conocimiento casi ilimitado. La respuesta no está en la IA sino en nosotros.
– El 4 de noviembre en Éibar impartiremos la conferencia “Hacia un mundo de organizaciones más inteligentes” para los clientes de ATE.
– El 14 de noviembre en Madrid impartiremos la conferencia “Aprendizaje en un mundo de personas y organizaciones inteligentes” para Caixabank.
– El 15 de noviembre en Bilbao impartiremos la sesión sobre organizaciones inteligentes a los alumnos de MBA executive de la UPV.
– El 19 de noviembre en San Sebastián impartiremos el taller sobre “Métodos de Transferencia de conocimiento” en el marco del programa de relevo generacional Partekatuz de la Diputación de Gipuzkoa.
– El 20 de noviembre en Madrid impartiremos la conferencia “¿Estamos liderando el futuro o reaccionando al presente?” en el marco del Summit Canal Ceo que organiza
– El 24 de noviembre impartiremos un webinar durante la semana de la innovación de Kimberly-Clark México
– El 26 de noviembre en la refinería de ENAP en Concón impartiremos la sesión “Una organización no puede ser inteligente si no es segura” durante la semana de la seguridad.
– El 3, 10 y 17 de noviembre impartiremos el curso “Gestión del conocimiento crítico. Cómo identificarlo y lograr que permanezca en la empresa” para la Cámara de Comercio de Gipuzkoa.
- El 11 y 25 de noviembre en Cadabra la magia de aprender, realizaremos las sesiones sobre Complejidad y sobre IA y gestión del conocimiento con Marcelo Lasagna y Cristobal Neupert.