N°227 La fábrica de inteligencia

N°227 La fábrica de inteligencia

N°227 La fábrica de inteligencia

La tesis de este artículo es muy sencilla. La inteligencia es la responsable de lo que somos y tenemos. La inteligencia “fabrica” todo lo que nos rodea, desde la ropa que llevamos, la vivienda que habitamos, los dispositivos que utilizamos, la comida que comemos y los pensamientos o emociones que sentimos. Todo existe gracias a que la inteligencia humana en algún momento lo imaginó y después lo creó. Sin embargo, no había nada que fabricara inteligencia, excepto nuestro cerebro. Por primera vez en la historia, vamos a perder el monopolio de la producción de inteligencia para compartirlo con una creación nuestra: la Inteligencia Artificial que será mejor que nosotros en muchas cosas. Y eso significa que nuestra civilización, cambiará drásticamente. Nuestros principales problemas ocurren porque nos falta inteligencia y no porque nos sobre. Ahora bien, es fundamental entender que la IA fabrica sobre todo inteligencia que ya existe. Utiliza lo que ya sabemos, pero crea poca inteligencia nueva (aunque lo hará). Nuestra civilización se basa en un 95% en reutilizar inteligencia existente porque el 95% de lo que ocurre cada día son tareas repetitivas. La resistencia hacia la IA ocurre porque tratamos de competir con ella: Yo no puedo correr más rápido que mi coche ni almacenar más información que mi ordenador. Esa no es mi función. Yo guío la tecnología y compruebo que hace lo que necesito. Nuestra tradicional mentalidad de escasez (“para que yo tenga, otro no puede tener”) no puede entender que la inteligencia será abundante. Tendremos que aprender a convivir con naturalidad con la IA.

Hasta ahora, nunca tuvimos rival: la inteligencia era patrimonio nuestro. Y los que mejor uso hacían de ese recurso, tenían ventaja sobre el resto y gozaban de mayores beneficios. Tu vida se sostiene sobre el conocimiento que tienes, lo que explica el trabajo que haces, los ingresos que obtienes y la posición social que disfrutas. Ese estatus se tambalea en el momento que tu conocimiento esté disponible de manera universal. El trabajo fue diseñado para llevarse a cabo por humanos que contasen con el conocimiento necesario. En el momento en que las máquinas disponen de ese conocimiento y pueden hacer tu trabajo, hay que repensar el sistema ¿Y si al fabricar inteligencia el dinero dejase de ser lo más importante? ¿Y si no necesitamos el éxito ni ser materialistas? ¿Y si la IA nos deja más tiempo para pensar? ¿Y si regresamos a la época a anterior a que inventásemos la fábrica y la oficina? Si bien la IA promete resolver nuestro principal problema (la subsistencia), generará otros problemas paralelos. Aparecerá el dilema de la acumulación de poder por parte de las empresas de IA, el de darle significado a la vida sin que el trabajo sea el eje imprescindible… Nuestra verdadera restricción ya no será el acceso a la inteligencia sino saber qué hacer con ella. La IA supone un riesgo (al sustituir personas que pierden el trabajo) porque vivimos en un mundo que fue diseñado para que haya trabajo. Las personas gastan su vida alrededor del trabajo: los primeros años para aprenderlo y casi todo el resto para ejecutarlo.

La Inteligencia es la capacidad de predecir el futuro para mantenerte vivo. Para predecir necesitas Conocimiento que es el conjunto de experiencias acumuladas que te permiten hacer esas predicciones. Y el proceso de adquirir conocimiento, es lo que llamamos Aprender. Los 2 elementos en que se descompone la Inteligencia son el Conocimiento y el Aprendizaje. La IA nos permite multiplicar la capacidad de nuestro cerebro para producir inteligencia, algo que nuestros límites físicos siempre nos han impedido. Ya lo habíamos hecho antes con los músculos y los sentidos y ahora le toca el turno al cerebro.

¿Y esto por qué es importante? Porque todo en nuestra vida se explica gracias a la inteligencia. La inteligencia es el mecanismo que nos ha permitido cubrir nuestras necesidades y subsistir: desde alimentarnos, defendernos, reproducirnos o desarrollarnos hasta obtener productos y servicios como vivienda, salud, educación, etc. Para ello, creamos un sistema que se sostenía bajo las siguientes premisas: Para cubrir esas necesidades hace falta generar “cosas” y nos inventamos el trabajo. Para ejecutar los trabajos que producían “cosas” se requerían conocimientos y un proceso de aprendizaje previo para que funcione toda la cadena llamado educación. Un trabajo es un sustento y dado que no me puedo autoabastecer, diseñamos un contrato social: intercambiamos trabajo por salario y creamos el estado para proveer infraestructura, apoyo y seguridad. En 2025 las necesidades siguen existiendo, pero el mecanismo para darles respuesta ya no tiene por qué ser el trabajo humano. Vamos a seguir necesitando el conocimiento y el aprendizaje porque todavía las cosas no surgen de la nada. Pero el trabajo humano será sustituido por trabajo de máquinas que cuentan con el conocimiento que nosotros les transferimos y el que ellas van generando. El trabajo es un medio que inventamos para lograr nuestros fines, pero ahora podremos lograr esos fines por otros medios, eliminando o modificando el trabajo. Si te preguntas por qué la IA puede hacer tú trabajo y dinamitar ese contrato social, la respuesta es muy fácil: Porque cuenta con conocimiento. Nunca pudimos evitar ni delegar el trabajo, hasta hoy. En el momento que la inteligencia ya no depende de nuestro cerebro, tenemos que repensar ese sistema porque otra vida es posible. Por ejemplo, si existen multinacionales en el futuro, no contarán con miles de colaboradores sino con un equipo de pocas personas y millones de agentes e IAs.

El supuesto sobre el que se basa nuestra civilización se desmorona. ¿Por qué? Porque lo que nos diferencia de los animales es la inteligencia y no la fuerza, ni la velocidad. Hace unos años convivíamos con ellos en la selva y hemos ido incrementando nuestra inteligencia y ellos no. Un león de hace 10.000 años es igual a un león de hoy y su manada también. Un ser humano de hace 10.000 años y uno de hoy, aunque biológicamente son iguales, en cuanto a su nivel de inteligencia no se parecen en nada (ni tampoco su manada). Una empresa gana a otra porque tiene más inteligencia: es capaz de fabricar mejor o entender mejor al cliente o innovar mejor o venderle y atenderle mejor. Es la inteligencia la que hace que las empresas ganen o que pierdan. Tu vida depende de tu conocimiento, te pagan por el conocimiento que tienes y aplicas. Toda nuestra estructura está creada sobre ese recurso de inteligencia y sobre su escasez y dificultad de replicarlo.

El tipo de sociedad que diseñamos, el tipo de relación, de convivencia, de distribución del poder, de organización del trabajo, de organigrama… todo venía condicionado por la cantidad de inteligencia que teníamos. Y la producción de inteligencia estaba monopolizada por el cerebro. Hace millones de años producíamos utensilios de hueso y de piedra y hoy enviamos misiones al espacio. Lo que ha cambiado es nuestra capacidad de producir conocimiento, que se ha ido acelerando e incrementando. Esa producción de conocimiento es cada vez más rápida y sofisticada pero siempre estuvo subordinada a nuestro cerebro y condicionada por unos límites físicos que obligan a que los procesos sean lentos y caros. Quién tenía un conocimiento valioso, lo administraba celosamente porque se trataba de un recurso escaso ¿Qué sucede en el momento en que podemos fabricar inteligencia con la IA? Que ese sistema se va a desmoronar. Si antes necesitábamos 30 años para “fabricar” un médico o un ingeniero o 50 años para “fabricar” un Director General de una empresa, ahora esos plazos y los recursos necesarios tienden a cero. Una vez fabricamos un robot médico, crear un millón de robots médicos cuesta tres segundos. Podemos crear conocimiento a velocidades increíbles y multiplicarlo de manera barata e inmediata. Los humanos necesitamos mucho tiempo porque dependemos de un cuerpo que nos obliga a aprender de la experiencia (conectando neuronas), tenemos que recurrir a la memoria, dependemos de emociones y de hormonas, tenemos que alimentarnos y dormir… Si el elemento que permitió el desarrollo ha sido la inteligencia y se trataba de un bien escaso y controlado, ahora nos adentramos en un escenario de inteligencia disponible de manera casi ilimitada y barata porque sus costes de producción se desmoronan. Siempre hemos construido sobre hombros de gigantes, lo que pasa es que ahora, esos hombros de gigantes a los que nos estamos subiendo se hacen casi infinitos. Abrirás el grifo y saldrá inteligencia. La IA será mejor que todos nosotros en todos los ámbitos, algo que ningún humano puede lograr.

Nos han convencido de que vivíamos en un mundo de escasez. Y cuando hay escasez y creemos que los recursos son limitados, lo que prima es la competencia: para que yo gane, otro tiene que perder. Cuando el objetivo es sobrevivir a cualquier precio (“tu vida o la mía”, como los gladiadores en el circo romano), aparece el miedo como patrón de conducta y la prioridad es el beneficio propio. Aunque no son infinitos, nunca hemos tenido escasez de recursos naturales (agua, energía, comida) sino escasez de conocimiento: el sol o el agua de mar son fuentes ilimitadas pero nuestra inteligencia no era capaz de aprovecharlos. Crear conocimiento y compartirlo era un proceso difícil: se acumulaba en la cabeza de pocas personas, extraerlo era laborioso y el que lo tenía, aprovechaba esa ventaja para explotarlo. Con la IA esa dificultad desaparece. Nada asegura que lo vayamos a lograr, pero la posibilidad de distribuir y masificar el conocimiento cambia el panorama radicalmente. En el pasado, si hacías algo valioso y había poca oferta, te iba bien. La tecnología amplió la oferta y la IA hace que la oferta de conocimiento tienda a infinito. Eso explica por qué cada vez hay menos artesanos zapateros. Hemos multiplicado la productividad a medida que multiplicamos la abundancia de conocimiento a través de la tecnología. Un guerrero tenía una lanza y lo que podía cazar era proporcional a esa herramienta. Un agricultor tenía un espacio finito que restringía lo que podía cultivar. A medida que añadimos tecnología (fábricas, producción industrial, digitalización, etc.) vamos multiplicando el resultado y las mismas personas son capaces de producir muchísimo más y de distribuir riqueza a más gente, sin siquiera tener que estar físicamente en un lugar concreto. La incorporación de tecnología disparó la productividad y aumentó la abundancia. Y, por tanto, los mismos recursos, explotados con mayor nivel de inteligencia multiplicaron los resultados, beneficiando a mucha más gente. En periodos de escasez, la tendencia siempre es acumular, en este caso conocimiento. En periodos de abundancia, lo lógico es desarrollar y compartir ese conocimiento. El futuro será de los que  colaboren. Ya no importará que sepas mucho, sino que conectes mucho, multipliques mucho.

Hemos avanzado al ritmo del conocimiento que teníamos: La falta de suficiente inteligencia es el cuello de botella que nos ha impedido inventar las cosas que siempre soñamos. No podíamos ir más rápido que lo que sabíamos. Siempre hemos estado restringidos por nuestra biología. Primero multiplicamos el alcance y potencia de músculos y sentidos y ahora multiplicamos el alcance del cerebro y su capacidad de producir inteligencia. Antes podías avanzar hasta donde llegaban tus piernas y a la velocidad que se podían permitir, cargando el peso que podían soportar. Podías ver hasta dónde alcanzaban tus ojos, hablar hasta dónde llegaba tu voz y escuchar hasta dónde llegaban los oídos. Esas restricciones desaparecieron cuando desarrollamos diferentes tecnologías y es exactamente lo que pasa con la IA, pero multiplicando inteligencia. El conocimiento es el combustible de las personas, las organizaciones y la economía y su producción fue artesanal, lenta y dependiente de personas. El conocimiento siempre estuvo adherido a los individuos y nos costaba un gran esfuerzo extraerlo, procesarlo y organizarlo. Pero acabamos de descubrir la fábrica de conocimiento. Con la IA, empezamos a extraerlo como si usáramos una jeringa imaginaria. Por eso es tan interesante la idea de tener un cerebro digital paralelo pensando junto a mí. En el mundo físico, de los átomos, el proceso de producción de bienes y servicios no es infinitamente escalable. Pero en el mundo intangible de la IA, puede llegar a serlo.

Tenemos miedo de nosotros mismos: Hace 2.000 años los valores sociales eran muy distintos: era natural tener esclavos y era normal que la mujer estuviese subordinada al marido. Las peores cosas y al mismo tiempo las mejores las hemos hecho los seres humanos, han sido obra y responsabilidad nuestra, no de la tecnología. Tenemos miedo de nosotros mismos porque la IA nos muestra cómo somos ¿Seremos capaces de lograr que la IA haga lo mejor y no lo peor? La clave siempre está en nosotros porque la IA es creación nuestra. Todavía la IA no tiene objetivos ni conciencia de lo que hace. Las máquinas no están vivas ni entienden el mundo real, hay que introducírselo y es lo que hemos venido haciendo. Pero no hay que perder de vista que la IA somos todos, nos refleja a nosotros. De lo que tenemos miedo es de nuestra capacidad para hacer el mal, algo que nos atormenta desde el principio de los tiempos. La IA pone en cuestión los valores que sostienen nuestro modelo de vida, nos hace ver que otro mundo es posible y nos muestra las “vergüenzas” del actual. Y dado que la autocrítica no es nuestra principal virtud, no nos gusta lo que nos dice y la señalamos. Todo lo que ha ocurrido a lo largo de la historia (donde no existía la IA) no ocurrió por culpa de las máquinas, sino por la manera en la que usamos las máquinas. Lo cierto es que hacemos muchas más buenas obras que malas, de lo contrario no habríamos alcanzado los mayores niveles de bienestar de la historia. Nacemos con predisposición natural a colaborar ¿Cuáles serán los valores dominantes? En un mundo de Colaboración, podremos apostar a que ganemos todos: existiría la posibilidad de que “vivamos todos como reyes”, aprovechemos lo que tenemos, lo compartamos e intercambiemos ¿Por qué competir sobre algo que es abundante y se puede compartir? Pero si colocamos el valor Competencia en el centro, lo que declaramos es que hay que ganar al costo que sea. De esa manera, el poder en lugar de distribuirse se concentrará. La IA no decide, sino que refleja nuestros valores. Por tanto, la clave son los valores que imperen y eso es una decisión humana. El verdadero desafío será definir cuáles queremos que sean esos valores. Para crear un mundo diferente, vamos a necesitar unos principios distintos. Y esa la filosofía, los valores que nos van a regir y los filósofos que los encarnen están por crearse.

Los seres humanos siempre hemos intentado superar nuestra biología, en eso no hay novedad. Lo que ocurre es que mientras hace siglos que lo logramos con los músculos, nunca supimos cómo hacerlo con el cerebro. Con la IA, podría llegar el final del monopolio intelectual humano. Hoy en día estamos tratando de hacer mejor las cosas que veníamos haciendo sin cuestionar el mismo sistema que siempre conocimos. Y es natural. Pero la IA es el invento más importante de la historia de la humanidad. El tsunami que va a provocar es de tal magnitud que tendremos que reconstruir un sistema de convivencia social bajo principios diferentes. Nuestra civilización es una construcción erigida sobre la base de la inteligencia humana. Y el equilibrio de fuerzas cambia en el momento en que delegamos a la IA la producción de inteligencia y, sobre todo, cuando sea capaz de hacer más cosas que nosotros, hacerlas mejor, más rápido, en menos tiempo y más barato. La IA redefinirá radicalmente qué significa ser humano en el siglo XXI.

El 3 de abril impartiremos el webinar “Intraemprendimiento y mejora continua: Herramientas

para impulsar la innovación operativa y la digitalización en las organizaciones públicas” para el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España.

El 2, 16 y 30 de abril en Cadabra la magia de aprender, realizaremos las sesiones » Future Thinking: ante un presente tan incierto la solución está en pensar en el mañana» con Dionis Guzmán y tendremos a Alfonso Bastias y a Patxi Samaniego para conversar sobre mitos y realidades de la Inteligencia Artificial.

El 4 de abril en Santiago, de la mano de Mutual de Seguridad impartiré la conferencia “Hacia un mundo de organizaciones inteligentes” para Metro de Santiago.